¿Sigues Los Mandatos De Las Mujeres De Tu Familia?
Gabriela
es una joven dulce que añora una relación de pareja y formar una familia, ésa
que no tuvo. Cada vez que conoce a un hombre, al principio todo marcha muy
bien. Pero, al cabo de un tiempo, se dice a sí misma: “Todos los hombres son
iguales”, “déjalo antes de que te deje a ti”, “al final te terminará engañando
y te dejará, como todos”, “ándate con cuidado”.
¿Te
sientes identificado con la historia de Gabriela? ¿Te ha pasado a ti? ¿Te
cuesta acallar esa voz interna, que parece tu “Pepe grillo”? ¿De dónde crees
que vienen esas palabras? Me costó mucho darme cuenta de que tenía esta voz
juiciosa dentro de mí, y admitir de dónde venía fue mucho más duro. ¿Preparado?
Pues venía de mi madre y de todas las mujeres de mi sistema.
Eran las
creencias firmemente arraigadas dentro de mi familia, que me habían sido
pasadas como un legado de supervivencia y que, por una profunda lealtad
infantil, las vivenciaba, me había apropiado de ellas e inocentemente pensaba
que eran consecuencia de mi “lucidez ante la vida”. El romper con dichas
creencias es un proceso difícil porque nos genera culpa y nos deja con una
extraña sensación de deslealtad... Pero, por experiencia propia, te digo que es
posible. Y cuando lo consigues, te dejas de sabotear esa vida que tanto deseas.
Nuestra
madre nos dio el amor de la mejor manera que sabía hacerlo, con la idea de que
tuviéramos una vida plena y satisfactoria. El problema es que nuestra madre ha
llevado consigo la memoria de muchas otras mujeres anteriores a ella que han
sufrido y que han vivido el rechazo y la exclusión. Por tal motivo, no tiene la
fuerza emocional para sostener y acoger a sus propios hijos de manera saludable.
Algunas
madres se han inspirado en roles masculinos de fuerza, ambición y poder para
considerarse valiosas, reprimiendo su lado femenino de sustento y cuidado
amoroso, y pasando a sus hijos su herida transgeneracional de lucha y negación
de su verdadera esencia.
En
consecuencia, hemos crecido con un incipiente sentimiento de culpa, que es la
personificación del dolor de nuestra madre. Una desilusión que no es por lo que
somos, sino por lo que ella es. Crecemos intentando justificar su propia existencia,
una existencia cuya realidad psíquica jamás ha sido reconocida.
Si tu
madre no está satisfecha consigo misma, es difícil que pueda hacer un contacto
real contigo o que el vínculo entre Uds. pueda ser sano. Pero además de ello,
copiarás su modelo de relacionarte.
En estos
casos, tu alma infantil asume alguna de las siguientes actitudes:
Sentirte
culpable por la infelicidad de tu madre.
Buscar
cumplir los deseos no realizados por ellas, auto exigiéndote o buscando la
perfección, con el sincero anhelo de complacerla, cumplir sus deseos y
expectativas sobre ti y haciendo aquello que ella no pudo lograr, aunque ello
implique doblegar tu ser.
Llenarte
de resentimiento y rencor hacia ella y hacia la vida que te ha dado. Culpar a
tu madre de todos tus males con reclamos, indiferencia o agresión.
Sea cual
sea el camino que decidas asumir para proteger tu psiquis, es profundamente
traumático y te lleva directo al sufrimiento.
Necesitamos
reconocer todas esas imágenes introyectadas, todas aquellas creencias y valores
que nos limitan para vivir una plena. El tomar a nuestros padres y a todo
nuestro sistema familiar, implica tomar la vida. Pero en cuanto a las
creencias, es necesario reflexionar sobre el efecto que ejercen en nuestra
vida. ¿Te potencian o te debilitan?
La mayoría
de las personas no logran sus sueños, porque tienen ideas y pensamientos que
sabotean el desempeño en sus objetivos.
Extracto
del Libro "Pido Permiso a mis Padres" de Luz Rodríguez
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