El compañero de la Mujer Salvaje
Foto © Aina
Climent Belart
Hombres
y mujeres se buscan a sí mismos, pero generalmente se distraen con placeres pasajeros
y ciertas adicciones. A menudo olvidamos o ni siquiera llegamos a tener
presente nuestros sueños y propósitos, nuestro camino espiritual. Nos
distraemos, nos entretenemos con relaciones donde perdemos parte de nuestra
consciencia, a veces durante demasiado tiempo. Descuidamos los alimentos del alma, aquello que verdaderamente
nos nutre. El proceso de estar consciente de continuo sin sucumbir a las
distracciones, adicciones y pseudorelaciones no es fácil. Necesitamos
recordarlo una y otra vez para reconducirnos al sendero de la consciencia,
comprometernos de verdad con nuestro proceso.
Es
muy frecuente que las mujeres elijan hombres creyendo que podrán cambiarles con
su amor, lo cual nunca sucede. Más bien se enganchan a una dinámica de rechazo
y no aceptación que socava la relación. Otras veces sufren muertes lentas
detrás de una esplendorosa fachada. Cuando una mujer se da cuenta de lo
atrapada que está puede buscar una salida. Atrapada tanto por una fuerza
exterior como por una interior, por ella misma. Lo peor es ser la propia
“carcelera”, el asumir el desvalimiento y participar en la propia destrucción.
Es un momento crítico en el que puede tomar la decisión de poner fin a esa
situación, y para ello necesita conectar con su animus, con su energía masculina, una
energía con movimiento y dirección que la ayudará a conseguir lo que se
proponga.
Según
la psicoanalista jungiana Clarissa Pinkola Estés, las mujeres deben
esmerarse en elegir y relacionase con sus amigos o amantes. Muchas veces la
mujer transfiere su fuerza y poder en nombre del amor, y esa clase de “amor”
destruye la conexión con la fuerza femenina. Es preciso entonces recuperar
aspectos que se habían depositado en el otro, como la fortaleza o la seguridad.
Las mujeres deseamos un encuentro profundo e íntimo, y a menudo nos desgastamos
y vaciamos de nosotras mismas. Nos entregamos al amor sin saber que para
entregarse primero se ha de ser dueña de sí misma. La mujer necesita un amigo
que también esté conectado con su corazón, que la respete profundamente, que
preste apoyo a esa fuerza genuina femenina. Un verdadero amigo del alma.
La Mujer Salvaje desea un compañero que sea
como ella, que se le pueda igualar. Según Pinkola Estés, si las mujeres quieren
que los hombres las conozcan de verdad tienen que enseñarles un poco de
sabiduría profunda. Muchas mujeres se han cansado de tratar de enseñar a
hombres que no quieren aprender. Ahora bien, cuando ellos están dispuestos es
el momento de revelarles porque su alma lo demanda.
Para
ganarse el corazón salvaje de una mujer el compañero tiene que comprender la
doble naturaleza de ella, sus dos polaridades, el masculino y el femenino, el animus y el ánima. Cuando una mujer desarrolla
únicamente uno de las dos polaridades esta desequilibrada, lo que le impide el
acceso a su fuerza interior. Generalmente la mujer busca su parte
masculina en el hombre, con lo cual deposita su fuerza y dirección lejos de ella.
Ahora bien, esta doble naturaleza de las mujeres cuando están unidas en la
conciencia y funcionan de manera integrada proporcionan un enorme poder.
Las
mujeres desean encontrar un compañero que tenga la paciencia y el ingenio para
comprender su naturaleza profunda. Una mujer que quiera que su compañero la
conozca de verdad tiene que conseguir que él le pregunte: “¿Qué es lo que
quieres?”, “¿Qué es lo que quiere tu yo profundo?”. Y si realmente se quieren
conocer ella habrá de preguntarle a su vez lo mismo. El Hombre Salvaje, el
amigo, compañero y amante más estimable es aquel que desea aprender.
Foto © Aina
Climent Belart
El
compañero de la Mujer Salvaje es el que posee tenacidad y paciencia espiritual,
el que tiene voluntad para atisbar la naturaleza profunda de la mujer, el que
regresa para comprender sin alejarse por aquello que le aparta de su propósito,
el que no hacer uso de ese conocimiento para ejercer su poder sobre ella. Un
hombre que capta su auténtica naturaleza, se deja sorprender, atemorizar y
siente reverencia por lo que percibe y ve. Y permanece ahí, con ella. Porque
amar el pacer es muy fácil, para amar verdaderamente se requiere de un “héroe”
capaz de manejar su propio miedo.
Además,
para crear un amor duradero ambos han de aceptar los ciclos Vida/Muerte/Vida e
integrar la transformación en la relación, las sucesivas muertes y
renacimientos, la infinidad de finales y comienzos que acontecen a lo largo de
la relación. Hay que saber cuándo las cosas tienen que nacer y cuando hay que
dejarlas morir. Dejar morir las falsas ilusiones, las expectativas, las
fantasías de un amor agradable y romántico. Atravesar las diferentes fases
eligiendo amar y permanecer al lado de alguien. Quedarse, cuando lo que se
quiere es echar a correr. El Hombre y la Mujer Salvajes pueden conocer y
compartir sus naturalezas instintivas con la confianza de que cualquier cosa
que ocurra entre ellos será transformativa.
Es
preciso comprender al otro y fortalecer la propia capacidad de amar. Amar a
pesar de los miedos y las dudas, a pesar de las heridas y anteriores
desengaños. Amar las heridas, carencias y partes “feas” del otro también,
porque sin una tarea que suponga un reto no puede haber transformación. Es
necesario un corazón dispuesto a morir y nacer, y a volver a morir y nacer una
y otra vez. Un hombre que prefiera arriesgarse a explorar un territorio
desconocido a permanecer en el seco y cómodo espacio conocido, a sabiendas de
que aquello que teme es precisamente lo que le ayuda a sanar. Hay un guerrero
espiritual en aquellos hombres que en su interior saben que quieren vivir,
exponerse, entregarse, arriesgarse a abrir el corazón y amar. Un guerrero sabio
que no tiene miedo a la muerte.
Un
Hombre Salvaje es aquel que se atreve a curar sus heridas y disolver sus
proyecciones, que se atreve a llorar su dolor y toma conciencia de cómo su
existencia defensiva le ha protegido del amor. Un hombre que permita que se le
rompa la coraza de su corazón y deje que brote un amor tan inmenso como el
océano, que es lo que tiene para ofrecer a la mujer, para amarla plenamente,
sin reservas. Cuando un hombre entrega su corazón se convierte en una fuerza
asombrosa, se vuelve fértil; cuando integra su parte femenina intuitiva se
vuelve inspirador. Al enfrentarse a la propia herida con compasión, al entregar
su corazón el hombre lo gana todo, se completa. Ya no le teme a la fuerza salvaje
de la mujer ni a los ciclos Vida/Muerte/Vida. Cuando integra su espíritu
salvaje restituye su lugar de dignidad.
Algunas
personas tienen el privilegio, después o mientras realizan un profundo trabajo
interior, de crear un amor encarnado, hecho de pasión, confianza, afecto y
compromiso. Una relación que se experimenta como una oportunidad de expandir el
corazón y aprender a amar más profundamente. El otro es un buen amigo, alguien
en quien confiar y ante quien desnudarse emocionalmente para mostrar las heridas
y carencias sin temor. Una relación en la que comunicarse íntimamente, sin
máscaras ni juegos defensivos. Al dejarse ver, al amarse de esta manera, al
vivir una sexualidad sagrada se sanan mutuamente. En el compromiso de crecer
juntos se transforman uno al otro y transforman su realidad. Sabiéndose seres
completos en proceso de crecimiento se embarcan en un viaje de autoconocimiento
en el que descubren en el compañero, en la compañera un “tesoro espiritual”. En
la intimidad renuevan su amor mirándose a los ojos, aullando al unísono,
dejándose conmover por el alma salvaje del otro. La relación es una vía
espiritual para despertar a la totalidad de su Ser. Un vínculo así es una
verdadera fuerza de la naturaleza.
A
las mujeres que se desesperan al ver que pasa el tiempo y su compañero no
aparece les digo: no desistas, sigue nutriendo tu día a día, ten fe, pídeselo
al Universo y confía en que la vida lo traerá. Mientras tanto, conecta con tu
instinto, vive, disfruta, crea, amate a tí misma, prepárate para abrirte al
amor. Todo llega si de verdad creemos que nos lo merecemos. Ellos se están
preparando, también. Como está escrito en Mujeres
que corren con lobos: “Dicen que todo lo que nosotros estamos
buscando nos busca a nosotros y que, si nos quedamos quietos, nos encontrará.
Es algo que lleva mucho tiempo esperándonos. En cuanto llegue, no te muevas.
Descansa. Ya verás lo que ocurre a continuación”.
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