Sentir, el camino para entender y vivir la vida
La vida es una serie sucesiva de sucesos
diseñados por nosotros mismos para aprender, entender y aceptar. Todos y cada
uno de los que estamos viviendo esta experiencia diseñamos nuestros propios
caminos para el aprendizaje. Por eso es tan importante que asumamos la
responsabilidad de nuestra vida y de nuestro destino.
Nada
pasa al azar, nada es consecuencia de estar en el lugar incorrecto en el
momento incorrecto. Así fue elegido y diseñado por nosotros mismos al principio
de nuestra vida y es elegido a cada instante. Si logramos hacer una mejor
reflexión acerca de lo que sentimos en los momentos más difíciles, la vida
sería mucho más trascendente. Aceptemos finalmente que nosotros mismos decidimos,
y lo que es peor, hacemos que las cosas pasen en nuestra vida.
La mayoría de
las veces no estamos ni remotamente conscientes de ello, pero sólo con pararnos
un momento y sentir, no pensar, sentir el “para qué” nos pasa una situación
determinada, podemos tomar en nuestras manos la punta del ovillo que, con mucha
paciencia y amor hacia nosotros mismos, desenredaremos. Por los momentos la
mayoría ni siquiera sabe y mucho menos entiende que hay un ovillo enredado con
nuestras propias emociones.
Es mucho
más profundo que aceptar que las decisiones que tomamos día a día son las que construyen
nuestra realidad. Realmente es el diseño de todas las circunstancias en nuestra
vida, desde lo más elemental hasta lo más importante. Empezamos por decidir,
mucho antes de materializarnos como seres humanos, qué queremos aprender y
trabajar espiritualmente y en función a eso escogemos los diferentes aspectos
de nuestra vida, desde el género, el cuerpo, nuestra familia, país, entorno,
profesión, oficio y todos los aspectos relacionados con la vida que estamos
viviendo. Eso puede ser totalmente consciente, totalmente inconsciente o algún
punto intermedio entre ambos. Cualquiera sea el nivel de conciencia que se
maneje nos permite tener mucha mayor aceptación del entorno, de la vida y del
ser y por lo tanto ser más felices.
Por eso
es tan importante hacer una pausa en el frenesí de nuestra vida de hoy para
sentir, en vez de buscar siempre el tener más y más. Es sentir, sin forzar, sin
ponerle la mente y la racionalidad. Es observar lo que me llama la atención, lo
simple, y sentir. Y sólo sentir las emociones positivas y coherentes que esto
me produce. No podemos pretender que, de la noche a la mañana, las personas
acepten las cosas “negativas” que les pasan como un aprendizaje de vida. Pero
es importante empezar por alguna parte. Muchas de las cosas en la vida
espiritual tienen que ver con la constancia. No importa la profundidad, la
complicación y la sabiduría, todo eso llega con el tiempo, una vez que con
constancia hayamos abierto nuestro corazón.
Podemos
empezar deteniéndonos en algo – una situación, un hecho, un momento - que nos
llame la atención de nuestra vida y sentirlo.
El sentir se convierte en una herramienta muy poderosa cuando la
practicamos sistemáticamente. Así aprenderemos a disfrutar mucho más de lo que
nos rodea, de las cosas simples de la vida y poco a poco cambiamos el interruptor
de “querer tener” a “querer sentir”. Apreciaremos mucho más los momentos con
nuestro sentir, es decir, con nuestro corazón y con nosotros mismos. Ténganse
paciencia, no se puede pretender que viviendo en el mundo del tener, de la
noche a la mañana podamos tener una visión total de nuestra vida y nuestros aprendizajes. Eso generalmente lleva más tiempo.
Poco a
poco nuestra sabiduría interior, que es infinita, se irá abriendo ante nuestros
ojos y nuestro entendimiento; para poder vivir mucho más conscientes de todo lo
que nos rodea, y aceptando que soy el único responsable de mi vida y de mis
circunstancias y de mi forma de afrontarla.
Y que finalmente nuestra vida no es más que un escenario, con actores y
un guión de la obra, cuya misión siempre es, en su base, evolucionar hacia la
luz de Padre Creador.
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