Palabras simbólicas concentradas




Bert Hellinger señala tres componentes de la dicha en la pareja, en forma de «palabras simbólicas concentradas». Serían tres expresiones «mágicas» que abren las puertas de la felicidad en la pareja: «sí», «gracias» y «por favor». El «sí» es la llave maestra, el gran afirmativo de la existencia, y cuando sentimos el «sí» hacia una pareja, le regalamos lo que más perentoriamente todos necesitamos: querer al otro tal como es y ser queridos tal como somos. Y cuando nuestra pareja siente el sí hacia nosotros, nos sentimos profundamente vistos, conmovidos y abiertos. Este sí significa: «te tomo tal como eres», «asiento a lo que te conforma tal como es, y no pretendo que sea distinto». Me ilumino, me conmuevo, abro mi corazón a tu ser. Cuando esto ocurre en una pareja, ambos se experimentan ligeros, expandidos, luminosos y elevados. Imaginemos lo contrario, por ejemplo, que el mensaje que recibimos o damos a nuestras parejas fuera directa o indirectamente: «No me gusta como eres, tienes que cambiar para ajustarte a mis imágenes de cómo deberías ser». Entonces, el corazón se encoge. Por el contrario, cuando experimentamos la vivencia de «aprecio quién eres, aprecio que estés ahí, me concierne lo que vives», la relación cambia completamente y aumenta la cuota de bienestar. 

Imaginemos también que nuestra pareja nos sonríe o le sonreímos, como diciéndole «gracias»: gracias por existir o gracias por estar aquí, gracias por nuestro encuentro, nuestro camino, por quererme, por ser como eres, por nuestros frutos… Me parece que pocas cosas hacen tanto bien como la gratitud: amplía y extiende el corazón de quien la da y de quien la recibe. ¿Puede haber algo más bello y feliz en la pareja que experimentarnos agradecidos? Y seguramente no sólo en la pareja, también con los padres, con la vida, con las personas que nos rodean, etcétera. 


Y, cuando sentimos y decimos «por favor», entonces arriesgamos y nos acercamos al otro desde nuestra ternura, nuestra vulnerabilidad, nuestra más profunda humanidad, ofreciéndole nuestra fragilidad, nuestra piel sin durezas. Y al arriesgar podemos ser recompensados con las mieles del encuentro verdadero, despojado de roles, formalidades y vestiduras.

Joan Garriga
Del libro El buen amor en la pareja

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